Un paso más del camino

El día anterior transcurrió con menos nervios de los esperado, de continua visita a la ciudad que por unos días nos daba cobijo. Los últimos ajustes en la bicicleta dieron paso al intento de descanso merecido. Aunque probablemente hiciera una temperatura correcta, mi cuerpo no cogía una temperatura en la que se pudiera sentir a gusto y contínuamente intentaba regular el microclima de la habitación para hacer más llevadera la noche.
El día no amaneció como otro cualquiera. Un ruido impertinente perturbó el dulce sueño en el que me hallaba sumido tras una noche de descanso intermitente. Un tímido hilo de luz entraba por la ventana, como si el sol también estuviera impaciente por salir. Como torero, procedí a vestirme con el uniforme de gala, mono camaleónico, cinta de pulsómetro, reloj de pulsómetro, calcetines, pantalones del chandal camaleónico, camiseta camaleónica, chaqueta del chandal camaleónico,... La última revisión a la mochila y la bicicleta sirvieron para certificar que todo el material se hallaba en su sitio.
Puntuales como relojes, todos los camaleones estábamos a las 6 de la mañana en el hall del hotel, dispuestos a salir hacia el metro de lisboa. Una vez llegamos a la estación más cercana, encontrándonos las puertas cerradas, los nervios comenzaron a aflorar en algunos de nosotros hasta el punto de plantear llegar en bicicleta hasta el lugar de la prueba, pero el desconocimiento de la ruta y la falta de un plano eliminaron la idea. Esperando la posible llegada de un autobús que nos llevara al lugar, abrieron las puerta del metro y pudimos llegar puntuales al evento.
Allí, junto a todas las máquinas que allí se reunían, resaltaban ese grupo de monos amarillos y verdes que tanto le gustan a la gente. Los nervios dieron paso a la concentración, ya que la preparación de todo el material en el box lo requería. Bicicleta, casco, gafas de sol, crema solar, vaselina, neopreno, todo estaba listo y nos dirigimos a la salida de la natación. Todos los camaleones juntos a calentar al agua (aunque algunos calentamos el agua), unos metros de calentamiento dieron paso a un relajamiento, tanto, que inesperadamente dieron la salida y nos cogieron desprevenidos.
Así pues comenzaron seis guerreros una lucha contra los elementos en la que el agua fue el primero con el que se batieron. Aun encontrando numerosos obstáculos físicos en forma de inesperadas tuberías en el paso más complicado de la trayectoria acuática que transcurria bajo un puente que comunicaba el malecón con el edificio del oceanográfico, obstáculos en forma de golpes contínuos de otros guerreros que en su afán por vencer al agua dificultaban nuestro buen hacer. Pese a todas las vicisitudes, victoriosos salieron del agua para montarse en el caballo de hierro que les llevaría a batirse con tierra y viento. Era tal el coraje de los guerreros, que hasta el viento no tuvo el valor de presentarse en el campo de batalla. Durante los noventa kilómetros, cada uno de nosotros indicaba a sus músculos que no había momento de desfallecer, que nos encargaríamos de tenerlos bien hidratados y alimentados, que al final habría la recompensa de la batalla ganada. Adelantamos, fuimos adelantados, incluso doblados por los más fuertes con esas máquinas que duplican, triplican y cuadriplican nuestro presupuesto, pero que sin tener un buen motor orgánico no funcionan. Dejamos la máquina de hierro de donde la habíamos cogido para ponernos las zapatillas con las que afrontaríamos la batalla contra el último de los elementos. El fuego hizo presencia en forma de rayos de sol que se clavaban en nuestra piel como si de lanzas se tratara, pero la garra, el empuje y el orgullo camaleónico hicieron que cada aplauso, cada ánimo de las personas que allí estaban y que al vernos pasar sólo podían gritar "vamos camaleones", se convirtiera en un empujón hacia delante, hasta que al llegar a los últimos metros de la última vuelta y ver a nuestros aliados, vestidos con las ropas camaleónicas, ya no corríamos, prácticamente levitábamos.
Y hasta aquí esta crónica del medio ironman de lisboa del veintiséis de abril de dos mil ocho, que será recordado pues fué el primer medio ironman, y el primer paso hacia el objetivo a cumplir que no es otro que la transformación de medio ironman a hombre de hierro, pero eso, es otra historia.